domingo, marzo 22, 2009

Así en Italia como en México...


Alessandro Baricco dice qué hacer.
Transcribo un párrafo del artículo "Las claves de la cultura", publicado en La Repubblica y reproducido en El Ángel de Reforma. En la página de prensa del FCE se puede leer completo

-¿Lo suscribimos, Sancho?
-A fe mía, que no se puede decir más verdad.
-¿Aunque mande liberarse de fundaciones y grupos subvencionados de promoción de la lectura?
-¡Andá, señor! ¡que son muy mal criados! Yo diría, con vuestro perdón, que son pedazos de gigantes a embestir con vuestra lanza. En cambio, aquellos molinos...


Cambiar la estrategia

¿Qué hacer entonces? Tener resueltos los objetivos y cambiar la estrategia, es obvio. Me parece lógico, por ejemplo, dar dos simples pasos, que se resumen aquí, para la úlcera de muchos.

1. Desplazar el dinero, por favor, hacia la escuela o la televisión. El país real está allí, y es allí la batalla que debemos dar con ese dinero. ¿Qué sentido tiene salvar la Casa de la Ópera y producir estudiantes que saben más de química que de Verdi? ¿Qué significa patrocinar temporadas de conciertos en un país en el que no se estudia la historia de la música, ni siquiera cuando se estudia el romanticismo? ¿Por qué hacer el desplante de tanto teatro sublime, cuando el saber transmitir a Roberto Benigni ya parece un acto de heroísmo de la televisión? ¿Con qué cara subsidiar festivales de historia, medicina, filosofía, etnomusicología, si el saber, en televisión -donde está para todos- sólo existirá hasta que los divulgadores científicos como Piero Angela tengan hijos? Cierren el Teatro Stabili y abran un teatro en cada escuela. Anular las convenciones y los prejuicios para construir una nueva generación de profesores capacitados y bien remunerados. Liberarse de fundaciones y grupos de promoción de la lectura, y transmitir un programa digno sobre libros en horario triple A. Olvidar los carteles de música de cámara y, con el dinero ahorrado, permitirse una noche a la semana de la televisión que no dependa del rating. Lo digo de otra manera: dejar de pensar que un objeto de los fondos públicos es producir espectáculos, eventos, festivales: ya no lo es. El mercado está lo suficientemente maduro y dinámico para hacerlo tranquilamente por sí solo. Que el dinero sea utilizado para algo fundamental, algo que el mercado no sabe y no quiere hacer: formar un público consciente, culto y moderno. Y hacerlo allá donde el público es todavía todo, sin discriminación de clase ni de biografía personal: en la escuela, en primer lugar, y después delante de la televisión. La administración pública debe volver a su vocación original: alfabetizar. Una segunda alfabetización del país a fin de que todos sepan leer y escribir lo contemporáneo. Sólo esto puede crear la igualdad y transmitir los valores morales e intelectuales. Todo lo demás es un falso enfoque.

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